domingo, 28 de septiembre de 2008

Andy Warhol tenía la razón Tv basura


La programación de farándula nacional es un reflejo de los “quince minutos de fama”.

Los escándalos y sus protagonistas son el plato fuerte del día.

Andy Warhol se refleja entre el vaivén de nuestra mente como aquel amigo raro que todos solemos tener.

Aquel ser a quien nunca entendemos pero secretamente quisiéramos ser.

Este personaje no solo es el prócer más importante del movimiento artístico del Pop Art, sino que también nos deja un legado que va más allá de sus imágenes coloridas de Marilyn Monroe y una lata de sopas multicolor.

Como Nostradamus antes de él, Warhol parece un excéntrico clarividente al presentarnos una frase tan meticulosamente correcta que eriza la piel de hasta el menos creyente. Dijo: “En el futuro todos tendrán quince minutos de fama”.

Desgraciadamente, Warhol tenía la razón. Hoy en día la televisión nos presenta una interminable gama de personajes cuyo valor mediático es nulo y su relevancia conceptual es aun menor. Esto nos llega gracias a programas de farándula como ‘Caiga quien caiga’, ‘Vamos con todo’ y el recientemente estrenado ‘Entre sapos y culebras’.

Estos espacios cumplen con sus objetivos primarios entregando el escapismo necesario a todos aquellos televidentes que lo están buscando. La mayoría de las notas presentadas, sobre personajes respetados y otros que alzan algunas dudas, rayan en aquel sensacionalismo y morbo con los que estos programas producen sus tan añorados niveles de audiencia. Fabuloso.

Yo no me los pierdo. Pero me encuentro cambiando a programas de cable por la simple razón que hay ocasiones en las que pareciera que estoy viendo el recordado espacio de denuncias de Antonio Hanna, ‘La calle lo contó’.

Últimamente, la producción de estos espacios, parecen haberle entregado una carta blanca para la difusión de cualquier queja, demanda u opinión de un sinnúmero de personajes. Estas personas no forman parte del mundanal ruido farandulero y a su vez aparecen como una plaga en el medio, propagándose de manera rápida, dejando secuelas de las cuales la televisión no parece recuperarse.

Hace poco se dedicaron varios minutos de la programación diaria de estos programas a supuestas relaciones entre una periodista de la farándula y el integrante de un circo. Siguiendo por la misma línea, muchas veces se entrevista a uno que otro payaso (tomar de manera literal), que tenía algo que decir acerca de un integrante de su gremio.

Una peluquera da gritos exaltados frente a las cámaras porque la mamá de una ex integrante de un cuerpo de baile le debía dinero; terminando su discurso, perdonándole $ 7 para cerrar la deuda en $ 100.

Si nuestra televisión está destinada a convertirse en una segunda España o Argentina, donde los programas de chismes y cotilleo acaparan la atención nacional con noticias de primera plana, escándalos y relajos reales que alarman por su completa exageración, se debe empezar por tener un elenco de primera.

Mientras que en Argentina se habla de la vida personal del ex presidente Carlos Menem, España se conmociona con las 1.001 arrugas de Melanie Griffiths y el incontrolable apetito sexual de su esposo Antonio Banderas.

Aquí estamos estancados en cubrir la vida personal de vaqueros imaginarios, modelos sin pasarela y beldades sin gracia.

Los programas de farándula están aquí para entretenernos y hacernos sentir que nuestros propios chismes son aburridos, no deben de ser una tribuna abierta para el libre pensamiento de aquellos que los ven como una oportunidad de jugar a la Tremenda Corte.

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